Trump y el fin de la Pax Americana

Se pone colorado y gesticula con las manos al hablar. Parece difícil de pensar que Donald Trump no crea lo que dice. Su forma de comunicarse recuerda a aquel político socialista que tras ser liberado del cautiverio en que lo tenían los nazis justificó el advenimiento de Hitler con estas palabras: «nosotros decíamos la verdad, pero hablábamos de conceptos. Los nazis mentían, pero mirándote a la cara».

Pero volviendo a la hipótesis inicial, la de que Trump crea lo que dice y su visión del mundo coincida con sus actos y su retórica, hay motivos de sobra para preocuparse por el futuro de América Latina, Europa, EEUU y el mundo en general. Eso siempre en cuando el Establishment no le marque la cancha y lo limite a una retórica vacía de realidad. Pero vamos por partes.

Si es cierto lo que dice y actuará en consecuencia, su visión del mundo indica que EEUU ha sido «demasiado bueno» con el resto del planeta y sus familias trabajadoras de clase media han dado sus valientes hijos para liberar al planeta de tiranos y su economía ha brindado ayuda al resto del orbe empobreciendo la propia. Casos puntuales de esa visión indicarían que México se ha beneficiado con el TLC (Tratado de Libre Comercio) y ha quitado trabajo a los estadounidenses.

Otro ejemplo de esa posición victimista es la idea del mundo según la cual la Unión Europa debe bastarse a si misma y dejar de vivir de la generosidad yanqui. Esta visión se sostiene en supuestos poco veraces, pero para el hombre común bastante válidos. Aquellos que ven decaer su economía y su sociedad con el consecuente golpe al orgullo patrio ven un consuelo en este tipo de líderes. El discurso de Trump va en el sentido de reparar esa herida con medidas simples: echar a los extranjeros que arruinaron mi nación y dejar de ayudar al desagradecido mundo.

Algo similar hacían los nazis cuando insuflaban odio en el pueblo alemán contra bolcheviques, judíos, rusos y otras naciones, causantes del deterioro nacional. Algunas películas de la genial cineasta nazi Leni Riefensthal donde un niño alemán es perseguido hasta la muerte por bandidos identificados con potencias extranjeras puede ser un claro ejemplo de como exacerbar el odio de las masas en pos de una causa presentada a todas luces como defendible y contra un enemigo que siempre es exterior.

Sin entrar a juzgar los sentimientos nacionalistas (que todos tenemos), hay que decir que el presidente asumido ayer en Washington o bien desconoce o bien omite elementos de la realidad de su país y del mundo. EEUU conformó a poco de finalizada la Segunda Guerra Mundial una serie de tratados y mecanismos que le permitieron ejercer dominio sobre Occidente desde una posición siempre ventajosa.

De entre ellos los más resonantes son los acuerdos de Breton Woods, que marcaron al Dolar como moneda de cambio en reemplazo del oro, elevando su cotización y haciendo que todo el planeta sostenga su valor como algo preciado (algo que se complementó en la década del ’70 con el acuerdo con la OPEP para determinar que el petróleo, que mueve las economías mundiales, solo pudiese ser comprado con dólares americanos), y la creación de la ONU.

Mediante estos acuerdos cada vez que un individuo compre un litro de gasolina (en Occidente primero y en todo el mundo tras la caída del bloque soviético), un paquete de arroz o una remera con la imagen del “Che” Guevara, estaría financiando el valor del Dolar, valor que nadie controla y que no deja de emitirse cada vez que EEUU debe financiar su enorme déficit fiscal. Yendo al terreno de México y las reiteradas promesas de retirar empresas estadounidenses de territorio mexicano para atraerlas a su país, Trump ignora u omite que México es un sostén fundamental para la economía yanqui.

México y Colombia (junto al país que EEUU ayudó a separar de Colombia para hacer un canal navegable entre Atlántico y Pacífico, o sea Panamá), son el centro logístico del planeta. Si uno traza un Mapa mundi con diagonales entre una esquina a la otra, verá que todo pasa por allí. Retirarse de México y desconocer los acuerdos firmados mediante el TLC o TPP (Tratados Asia Pacífico generados por Obama para contener a China), implica dejar vía expedita para que China o Japón lleven su producción allí para desde ese lugar repartirla por el mundo aprovechando la capacidad de los obreros mexicanos, la posición logística de la milenaria nación mexicana y su coste de mano de obra (coste que hoy por hoy hace competitivos los vehículos estadounidenses frente a los extranjeros no fuera de USA sino dentro mismo de ese país).

Retirarse de las posiciones ganadas y sostenidas en la Conferencia de Yalta de 1945, donde los tres grandes (Stalin, Roosvelt y Churchill se repartieron el mundo), hacia una industria local y mantener el «Estado de Bienestar» que disfruta su clase media yanqui y también la europea desde hace décadas tendría sentido si la economía norteamericana fuese solo o principalmente financiera (como la inglesa), y no industrial como lo es. EEUU y Europa se acostumbraron a manejar el mundo con una simple regla: nosotros diseñamos los productos y como somos los dueños de la divisa mediante la que se hacen las transacciones (el Dolar y el Euro), pagamos monedas al resto del planeta para que las fabrique y nos entregue las materias primas necesarias para su fabricación y nuestro disfrute a precio de monedas subvaluadas.

Sin ese poder simbólico o retirándose del mundo que dominan, sus economías por si solas no son lo suficientemente fuertes para sostener su actual nivel de vida. La Globalización, que tanto desdeña Trump, ha sostenido a EEUU y a Europa. El problema es que también hicieron crecer a China y los Brics. Países como México, India o Brasil se acostumbraron a ser rentables en medio de crisis y miserias. Viviendo a cuentagotas de lo que las potencias dejaban hacer en sus territorios. Pese a ello o por ello, crecieron en mercado interno y capacidades y hoy son competidores voraces de la producción estadounidense. Cuentan además con una ventaja: sus monedas no están sobrevaluadas, todo lo contrario apenas se revalúan, sus gobiernos las distancian hacia abajo del Dolar y el Euro para sostener sus exportaciones.

Con Rusia y China ya negociando entre si sin el Dolar de por medio y países emergentes plantando cara en los foros económicos mundiales, la administración Obama jugó fuerte para sostener las posiciones del imperio: TPP para meterse en el Pacífico, y presión (y caída) de las administraciones progresistas en Brasil, Argentina, Paraguay y Perú. Con el Comando Sur avanzando sobre América Latina, el Estado Islámico en Medio Oriente (que el propio Jhon Kerry reconoció que financiaban), los nazis en el Gobierno de Ucrania y apuntalando a Corea del Sur (y a Taiwan) contra la presión China, la Era Obama aferró a su país a al rol de Primus Inter Pares (aunque dejando de jugar a cara descubierta como lo hacía la Administración Bush en Irak o Afganistán) y retardando el fin de la época de dominio Unipolar que nació con el fin de la URSS.

Así, Obama logró detener o postergar la caída del imperio y mantenerse en tablero de juego con una posición ventajosa, aunque ya no determinante, de la escena mundial. Conteniendo el avance chino y avanzando sobre Rusia EEUU sostuvo posiciones que su economía ya no puede solventar.

Inglaterra olió sangre y se fue de Europa (y del Dolar), pero no pára aislarse sino para ser el centro financiero de quien se prevé sucederá a Washington: Pekín y su Yuan. Y apoyarse en su Comunidad de Naciones Angloparlantes, con economías más dinámicas y que le dan una visión global sin aferrarse a normativas europeas. Rusia a su vez avanza sobre una Europa ultradependiente de su gas y de materías primas externas. Una Europa que solventa su ventajosa economía en una moneda sobrevaluada como el Euro (que no tiene el respaldo del petróleo, como si lo tiene el Dolar) y que carece de fuerza militar para imponerse sin sus aliados: EEUU e Inglaterra (los dos últimos intentos de la Europa Continental de dominar el mundo y sustrarse al cerrojo impuesto por Inglaterra y Rusia fueron los fracasos de Napoleón y Hitler).

Con ese marco, cabe preguntarse si la promesa de Donald Trump de «América (entendida solo como EEUU) para los americanos», implica retirarse también del dominio militar, cultural, económico y social que sostiene desde el ’45 sobre América Latina y Europa. Las nuevas bases militares en el subcontinente parecen indicar lo contrario o al menos dejan ver que entre la retórica y la realidad de Trump hay distancia. Esa retirada significaría por ende, dispararse en el propio pié y dejar de lado 200 años de dominación anglosajona.

Sería un momento ideal para que América Latina retomase las riendas de su futuro, antes de caer de las garras de un imperio a las garras de otro que ya se avisora en el horizonte (el chino). Pero los movimientos de los gobiernos que marcan la hoja de ruta continental (México, Brasil y Argentina), van en sentido contrario: mientras el mundo se cierra y se vuelve proteccionista, América Latina se abre a los productos extranjeros y el capital transnacional y endeudamiento.

En cualquier sentido, el escenario está abierto y supone que los tres grandes jugadores de Yalta (Rusia, EEUU e Inglaterra), siguen dominando el tablero aunque ahora hacen lugar a quien parece destinada a sucederlos: China.
Europa sufrirá una crisis reacomodándose a una nueva realidad de no estar en la mesa de decisiones claves y en un mundo donde el suelo europeo pasará a ser zona de influencia rusa. América Latina será zona de influencia yanqui (salvo que Trump diga la verdad y se suiciden encerrándose en sus propias fronteras), y el mundo se regirá por los dictámenes de China y su aliada financiera: la city londinense. Cualquier similitud con las “esferas de interés y regiones” que planteaba George Orwell en su libro 1984 es mera coincidencia.

Para volver a ser competitivos en el mundo actual, europeos y norteamericanos deberían renunciar a sus monedas sobrevaluadas y su nivel de vida y Estado de Bienestar, lo que sumado a su creatividad y cultura, les daría un nuevo empuje hacia adelante. Pero significa todo un cambio cultural que puede traer aparejados conflictos sociales y hasta guerras intestinas (o externas: nada mejor que buscar afuera el causante de nuestos males).

Entretanto, la «lenta marcha hacia la cima» que Mao predijo para el gigante asiático parece ir cumpliéndose. Queda por ver si la retirada de EEUU es pacífica, como parece anunciar las medidas de «introspección» de Donald Trump, o violenta y agresiva, como marca su retórica. El escenario de un mundo Unipolar sostenido por el Dolar y el Euro, en cualquier caso, toca a su fin.

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