De Aecio a Nerón

Obama asumió con un Premio Nobel discutido y un país que ya no podía imponerse de manera unilateral en todo el planeta como si lo había hecho su antecesor y en ocho años reposicionó a la Casa Blanca en el contexto mundial, devolviéndole el crédito político que había perdido.

Con habilidad y «muñeca» (ya no con flotas y presupuestos militares gigantescos, que ahora escacean), Obama logró sortear desafíos internos y globales como la quiebra de Lheman Brothers y la Burbuja Inmobiliaria o el surgimiento de China amenazando u sitial económico además del asenso de Rusia nuevamente como rival geopolítico en Eurasia.

En América Latina gobiernos progresistas obligaban a Washington a mostrar otra cara y pese a ello, la Administración Obama logró relanzar a EEUU como primera potencia desde un rol negociador antes que impositivo. Ya no en soledad en el marco de un mundo multipolar, pero si sosteniéndose como el Primus Inter Pares.

La imagen final de Obama, buscando proteger su legado del advenimiento de Donald Trump parece a la del general romano Aecio, el último que con su habilidad diplomática y militar salvo a Roma del hundimiento hasta que el propio emperador romano lo asesino, condenando al viejo imperio a su final.

Trump en pocos días derribó el que quizás sea la mayor muestra de habilidad política de Obama: el Acuerdo Comercial TPP que incluía a países como Japón, Australia, México, Perú o Chile entre sus miembros formando un escudo y un contrapeso contra China para que esta no pueda avanzar fuera de sus mares.

Ese acuerdo derribado por Trump enmarcaba al 40% del planeta en un esquema económico-político que permitiría a USA encabezar un grupo de países contra el gigante que viene por todo. Sin esa herramienta y sin el acuerdo con México (TLCAN), EEUU se encierra en si mismo confiando que sol con su mercado interno regresará a sus días de dominio unipolar, tarea a todas luces imposible en el contexto global actual.

El fuerte frente opositor que se ha levantado contra el magnate que ingresó en la Casa Blanca puede derribarlo, aunque puede que demasiado tarde. La escena llama a recordar esa frase con la que abre la película «Apocalípto», relatando el fin del imperio Maya: «los grandes imperios siempre caen desde adentro».

Mientras en Beijing se frotan las manos.

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