La inmortalidad en el celuloide el Mustang -que tiene su estrella en el Hollywood Walk of Fame- lo conquistó en los legendarios nueve minutos de furiosa persecución de «Bullit», con Steve McQueen al volante.
Con Lee Iacocca de padrino, el primer Mustang debutó en la World Fair de Nueva York, con un motor 2.8 de 105 CV, y como punto de partida la plataforma del Falcon de los años 50.
El Mustang de última generación será puesto en venta el próximo otoño boreal, pero un prototipo suyo subirá el 17 de abril a la cima del Empire State Building: una réplica del hallazgo de 1965, cuando los técnicos del coloso de Motor City desmontaron el primer modelo, lo cargaron en ascensor y tras seis horas de trabajo lo volvieron a montar en el piso 86 del más famoso rascacielos de Nueva York.
El Mustang sobre el Empire será uno de los mil eventos organizados por Ford y sus fans para celebrar un mito de la calle: entre ellos, una caravana costa a costa y una maxi reunión de «mustangers» en Las Vegas.
«Para nosotros es un gran momento: el Mustang es el corazón y el alma de Ford», comentó Steve Ling, jefe de marketing en América del Norte.
El Mustang es un caballo salvaje de Norteamérica, de carácter vivo, como subraya el propio nombre de origen español, «mesteño», que significa «no domado».
El caballo a la carrera se convirtió en el logo que domina la parrilla del modelo, en sus dos variantes en venta: una coupé y un descapotable.
Los concesionarios, como Iacocca había previsto, fueron tomados por asalto aquel abril de 1964: «baby boomers» como Gail Wise, la primera propietaria de un flamante Mustang, que buscaba un auto para ir a su primer trabajo después de la universidad.
Fueron ellos quienes decretaron el éxito del vehículo, que vendió 1,5 millones de unidades en sus primeros dos años de producción en las plantas de California, Michigan y Nueva Jersey.
Llevada por un capricho del destino a comprar el primer Mustang jamás vendido, 50 años después Gail aún tiene aquel descapotable con el caballo a la carrera en su garaje.
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