La Soberanía no es de izquierda ni de derecha

Por Lucas Di Marco. El día de ayer se conoció la trágica muerte del capitán Gonzalo Britos Venturini tras eyectarse de un Skyhowk A4 de la 5ª Brigada Áerea de San Luis. Más allá de que se están peritando los motivos del desperfecto técnico que obligó al militar de la Fuerza Áerea Argentina a eyectarse y morir en el intento, hay datos que son alarmantes sobre el nivel del equipamiento con el que los pilotos deben (o al menos eso se espera de ellos), defender la Soberanía nacional de cualquier amenaza extranjera.

En un país con  once golpes de Estado en menos de un siglo y con una derrota militar ante la Otan en la Guerra de Malvinas, hablar de inversión en Defensa puede llevar a levantar resquemores de ciertos sectores del Progresismo que vinculan automáticamente el rol de las Fuerzas Armadas con su oscuro pasado vinculado a sangrientas dictaduras que fueron militares, pero también civiles, económicas y de otros sectores. En 2018 Argentina, un país que festejaba la Resolución de la ONU ampliando la plataforma continental de nuestro mar y nuestra proyección oceánica, se quedó sin capacidad submarina ante la trágica y aún no esclarecida desaparición del submarino Ara San Juan, único en servicio en ese momento y desde entonces.

Ayer volvimos a recibir noticias de esos hombres extraños vestidos de verde, en este caso de un joven capitán que piloteaba uno de los últimos 5 Skyhowks (ahora 4) con los que cuenta la Nación para custodiar enormes y extensísimos cielos patrios. Para darnos una idea del nivel de indefensión de nuestro País baste con saber que los Skyhowks eran los aviones usados por EEUU en la Guerra de Vietnam, entre la década del ’60 y ’70, y son lo más poderoso con lo que contamos. El Pampa III es un avión de entrenamiento avanzado que si bien sirve para apoyo de tropas en tierra no supera la velocidad del sonido y por ende es presa fácil de cualquier caza avanzado. Otro dato comparativo es saber que en la Guerra de Malvinas, donde nuestros pilotos asombraron al mundo volando a baja altura para no ser detectados por radares de la flota británica la Argentina perdió casi 200 aviones que nunca fueron repuestos. Un altísimo costo en vidas humanas y materiales que hoy ni siquiera sería posible desde lo material.

Tan bajo ha caído nuestra Defensa que la Fuerza Aérea ruega por la compra de 24 aviones de caza FA 50 coreanos, dado que estos tienen un solo motor y eso, si bien les quita potencia, da mayor cantidad de horas de vuelo posible. Ni soñar con volver a tener un potaaviones como el ARA 25 de Mayo, enviado a desguace durante el Gobierno de Carlos Saúl Menem, junto con el misil Cóndor II, o los proyectos de aviones de fabricación propia como el IA 123 Córdoba, Saia 90 y similares. Otro tanto pasó durante la última gestión de Mauricio Macri con la cancelación del proyecto Tronador II, del UAV (avión no tripulado) SARA, el vehículo Gaucho y tantos otros proyectos cerceados en pos de un «equilibrio fiscal» que igualmente «obligo» al ex presidente de Boca a pedir más de U$S 100 mil millones a organismos crediticios internacionales.

Párrafo aparte para saber en dónde se gastaron esos cien mil y pico de millones de dólares, en qué escuelas, hospitales, puentes, rutas, se invirtieron esos fondos. Si alguién lo sabe, favor de aclararlo. Lo cierto es que en Defensa, el tema que nos compete, no se compraron más que unos cuantos camiones  y jeeps. El Gobierno de Cristina Fernández así como el de su marido tampoco hicieron grandes inversiones en el tema, tal vez amparados en esa visión aleatorias de ver a los militares como una expresión de la Derecha que vulneró DDHH en décadas pasadas.

Lo cierto es que hoy el mundo, ese donde querían insertarnos, se sobrecalienta en una renovada Guerra Fría entre bloques: EEUU, la Otan y aliados de un lado (donde nos «insertó» Macri y antes Menem), o China, Rusia, emergentes del Brics y aliados de otro (donde nos «insertó» Cristina Fernández y su base militar China en la Patagonia). Parece ser que ninguna opción contempla pensar que nuestro país deje de ser un peón pasible de ser comido por uno u otro bando.

En el medio si hay una red de profesionales, científicos y militares que pese a las idas y vueltas de nuestras «inserciones» mundiales siguen trabajando en silencio para un concepto de Patria que se torna cada vez más lejano. Hace poco lamentábamos la muerte «Cacho» Otheguy, director del Invap, o la «jubilación anticipada» que recibió el mitico Conrado Varotto (creador del Invap, del instituto Balseiro, del proyecto Tronador II, etc, etc). Es el caso de los submarinistas del Ara San Juan, del capitán Britos Venturini, del personal de Fadea que ahora sueña nuevamente con nuevos proyectos asociados con Invap, de la gente de Citefa, del personal de las Centrales nucleares de Embalse y las dos Atucha que no tuvieron cuadros de reemplazo durante toda la década de los ’90, cuando se apostaba a que no tuvieran reemplazo y cerrar la experiencia nuclear nacional en la materia. Basta con decir que Argentina está en el G20 gracias a su capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas pero también gracias a su dominio en el terreno nuclear.

Todos ellos siguen apostando por dar vuelta la página que parece circunscribir nuestro país a un mero «granero del mundo» donde ir a sacar granos a bajo costo y sin que sus pobladores «osen» tener otras perspectivas. La Defensa nacional no es un tema de trasnochados, ex combatientes o derechistas afiebrados. Prepararse para la guerra en un mundo cada día más hostil es la única garantía para disfrutar la paz. Brasil con mayores recursos claro está, pero con necesidades similares, apuesta por fabricar su propio submarino nuclear, sus propios cazas en sociedad con la firma sueca Saab Gripen, y demás instrumentos que a la vez de inversiones son factores de desarrollo al generar trabajo y know how local.

Argentina aún está a tiempo de reaccionar, pero se requieren planes que vayan mucho más allá de cuatro años para pensar una Defensa soberana seria. Caso contrario volveremos a tener noticias tristes como la muerte de un joven dedicado a defender un país que cree no necesitar sus servicios, y por eso le da un avión de la década del ’60 para custodiar casí 3 millones de kilómetros cuadrados de cielo patrio. Así, parafraseando a San Martín, «somos empanadas que se comen de un sólo bocado», por ahora la Grieta sigue fuerte, y nos siguen devorando los de afuera.

Fotos: Instagram de @militarargentino

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