Juicio político de «Temer» en Brasil

Mientras los mercados festejan la asuncion de un hombre que según sondeos tiene el 2% de intención de votos, (Michel Temer, de el estamos hablando) el PT de Dilma Rousseff se prepara para resistir al nuevo gobierno, que pese a ser «interino» ya anunció un plan de ajuste y políticas de largo plazo, anticipando que la presidenta electa por mayoría democrática no volverá a su cargo tras la licencia.

Más allá del rechazo que este juicio político generó en la OEA, Unasur y otras instancias de la diplomacia regional, el cambio viene a representar un nuevo tablero regional. Con Mauricio Macri en Argentina, Paraguay sin Lugo tras el golpe de estado parlamentario que este sufriera, con Keiko Fujimori a punto de erigirse como primera presidenta electa del Perú y Evo Morales rechazado en su intento de una nueva postulación en Bolivia, solo queda Venezuela, Chile, Ecuador y Uruguay de aquella unión de gobiernos de tinte progresista que alumbró la década pasada.

El neoliberalismo, por ende, está de regreso y salvando los casos donde hubo violencia (Venezuela, Paraguay, Ecuador), lo ha hecho por vía de las urnas (Argentina) o por instituciones (Brasil). En Argentina la recesión ya se siente y Brasil viene a repetir su segundo año con retracción de su PBI.

«Si Brasil estornuda, Argentina sufre neumonía» repitió la canciller argentina Susana Malcorra en estos días. Ante el estancamiento, la receta de estos gobiernos es muy distinta de los anteriores, que intervenían en el mercado para regularlo o en casos de paralisis, para inyectar capital en forma de obra pública. Los nuevos gobiernos suenan a deuda externa, devaluación monetaria y achicamiento del Estado.

La cabeza de Sudamérica

Tanta es la influencia del Palacio del Planalto en el subcontinente que los demas movimientos políticos pasan a segundo plano. Se espera, por ende, que este nuevo periodo, que cerrará entre 2018 y 2019, dependiendo el país, pueda afectar las bases mismas de la geopolítica que con tanto esmero labraron Lula, Nestor Kirchner y Hugo Chávez.

De hecho se espera un relanzamiento del ALCA o una inclusión de las naciones del Mercosur en el Acuerdo Asía Pacífico ideado por EEUU para hacer frente al auge de la economía china. Ello implicaría nuevos regímenes aduaneros y comerciales para la región. Otro ítem son los movimientos sociales, como los «sin tierra» en Brasil, que pasarán ahora a la resistencia decidida contra un gobierno que tendrá el 58% de su Congreso con denuncias de corrupcion.

El fracaso del frentismo

En América Latina en los últimos años los gobiernos han sido en su mayoría alianzas de coaliciones políticas, muchas veces distantes ideológicamente. Y esas diferencias han desenbocado en rupturas más de una vez.

Fue el Caso del presidente paraguayo Fernando Lugo cuando fue depuesto por un golpe parlamentario encabezado por su aliado político a la hora de juntar votos, Carlos Franco. También sucedió en Argentina con la ruptura entre la presidenta Cristina Fernández y su vicepresidente Julio Cobos, responsable de hundir la norma que elevaría las alicuotas abonadas por la exportación de cereales, generando con ello una crisis política del gobierno. Ahora le toca el turno a Dilma Rousseff, acostumbrada como todos los gobiernos anteriores a negociar con un congreso corrupto que ahora la quitó del puesto.

Todo ello demuestra que las mezcolanzas de partidos a la hora de configurar frentes políticos a veces restan en lugar de sumar. También indican, en el caso brasileño, que nadie hace buenos tratos con el demonio, y si se realizan, uno no puede quejarse de que te paguen con un Juicio Político.

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