River-Boca: Perdimos todos

Casi tres horas después del horario pautado para el inicio de la revancha entre los dos equipos más populares de Argentina, la Conmebol anunciaba oficialmente lo que el sentido común dictaba desde hacía largo rato.




«Se juega mañana a las 17 horas (20 GMT) con público», afirmó el presidente de la entidad, el paraguayo Alejandro Domínguez, tras reunirse con Rodolfo D’Onofrio, titular de River, y su par de Boca, Daniel Angelici.
«Quiero felicitar a ambos presidentes porque fue un pacto de caballeros en el que uno no puede jugar y el otro no quiere ganar en estas circunstancias», destacó Domínguez sobre el encuentro con ambos dirigentes.
«Unos pocos inadaptados que no entienden que esto es deporte, una diversión y no vamos a tolerar a ningún inadaptado», completaba el titular de Conmebol, mientras en el interior del Monumental se registraban corridas y afuera seguía el caos.
«Se desnaturalizó el juego. Son personas las que entran a la cancha, no es una guerra. Hubo rasguños y gas, otros jugadores con lesiones», recordó Domínguez en alusión a los heridos en el plantel de Boca por el ataque perpetrado por hinchas de River.



Consultado sobre la decisión previa de postergar el inicio del partido en dos ocasiones para este mismo sábado, respondió que «hay un protocolo que se debe seguir» y agregó que «la organización está aquí para acompañar, no para exigir».
Domínguez fue consultado luego que la prensa local difundió una versión según la cual el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, presente en el estadio, intimó a Boca a jugar la final, de lo contrario se le daría por perdido el partido.
«A efectos de cumplir con el cronograma de la final, el partido empezará a las 19:15 horas (22:15 GMT)», se leía en un mensaje que Conmebol publicó en su cuenta oficial de Twitter.
Esa nota actualizó un mensaje previo, en el que indicaba que ante «los hechos sucedidos con el autobús del Club Boca Juniors, el partido ha sido postergado hasta las 18 locales (21 GMT)».



El texto aludía a la agresión al autobús del plantel de Boca y a los desmanes ocurridos cuando la delegación «xeneize» arribaba al Monumental, en cuyos alrededores la policía y la prefectura reprimían a los revoltosos varias horas después.
«Tenemos que asumir nuestros errores, queremos mostrar una imagen al mundo que no es real», afirmó Carlos Tévez en la puerta del vestuario visitante junto a Fernando Gago, el otro referente del plantel «xeneize» ante la ausencia de Pablo Pérez.
El capitán y el defensor Leonardo Jara sufrieron cortes en el ataque y el juvenil Gonzalo Lamardo se vio afectado por los gases lacrimógenos lanzados por la policía para dispersar a los agresores.



«No se puede creer que nos hagan jugar. Entiendo que tienen mucha presión, el medico tiene que hacer su trabajo, está todo filmado», indicó Tévez sobre los especialistas de la Conmebol.
El «Apache» aludía al comunicado de Conmebol en el que reportó el informe de sus médicos sobre los jugadores de Boca, en especial Pérez, quien debió ser trasladado a un hospital para ser revisado por una herida en su ojo izquierdo.
«Me dieron ganas de vomitar y me ardía la garganta. Son situaciones que no tendríamos que pasar», relató Tévez para luego cuestionar la falta de solidaridad de los jugadores de River para con el plantel de Boca tras la agresión.



Una imagen que remontó a aquel «Superclásico» interrumpido en la Bombonera en octavos de final de la Libertadores 2015, cuando la afición de Boca lanzó gas pimienta a los jugadores de River en la manga de ingreso al campo de juego.
La única señal de solidaridad pública de parte de River surgió del DT Marcelo Gallardo, quien afirmó al canal de TV C5N que «en estas condiciones la final no se puede jugar».
Gago reconoció que se sorprendió «mucho por las agresiones que sufrimos en el micro (autobús)» y reveló que sufrió «una reacción alérgica» por el gas lacrimógeno mientras que «a otros jugadores les costó respirar».
Cuando la Conmebol confirmaba que el partido se jugaría el domingo, se registraron incidentes en una platea y en uno de los anillos internos del estadio, donde se bloqueó el eventual contacto de los aficionados de River con el plantel de Boca.



La policía reprimía con balas de goma a fanáticos de River que circulaban por los alrededores del estadio tras haber sido repelidos luego de su intento por ingresar a ver la final sin entradas.
Un cuadro dantesco que enciende las alertas a una semana del inicio de la cumbre del G20 en Buenos Aires y cuando la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se jactara de poder organizar sin problemas este partido pese al temor de incidentes.
Bullrich había avalado el pedido del presidente Mauricio Macri, titular de Boca durante 12 años, de jugar las finales con aficionados visitantes, una medida que finalmente no prosperó pese al deseo del mandatario argentino.
«Vamos a demostrarle al mundo que hemos cambiado», decía entonces Macri. Habrá que ver qué opina ahora, consumado el bochorno monumental en el que se transformó la tan esperada fiesta del fútbol nacional, una vez más, lamentablemente.



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