«Se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México», ofreció el politólogo de 65 años, en su primer discurso como mandatario, durante una ceremonia solemne en el Congreso federal, ante unos 1.000 invitados especiales, entre ellos 20 jefes de Estado y de gobierno extranjeros.
López Obrador pidió «poner punto final a la horrible histórica de persecución de funcionarios del pasado» y propuso «regenerar al país sin perseguir a nadie», porque «no es mi fuerte la venganza» y porque este esfuerzo «consumiría mucho tiempo y recursos».
Después de juramentar a su cargo, entre gritos de la mayoría de los presentes de «sí se pudo, sí se pudo», el ganador con 53% de los votos en las elecciones del 1 de julio, se ciñó en el pecho la banda tricolor que le entregó el líder de los Diputados Porfirio Muñoz Ledo, entregada a su vez por el presidente saliente Enrique Peña Nieto.
El nuevo mandatario prometió hacer de México «un país modelo» y promover «una sociedad más justa, democrática, fraterna, siempre alegre, pues dijo que cuenta con «un pueblo trabajador y grandes riquezas naturales».
En su mensaje, criticó el «desastre» que representó la política neoliberal para «la vida pública del país», y los efectos negativos de reformas, como la energética, la educativa y la de telecomunicaciones que impulsó su antecesor Peña Nieto.
«En el periodo neoliberal la corrupción se convirtió en la principal función del poder político», afirmó.
Asimismo, anunció la creación una Comisión de la Verdad para castigar los abusos de autoridad y para atender el caso de los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014, que marcó el declive de la popularidad de Peña.
En materia económica, López Obrador garantizó la seguridad de las inversiones extranjeras y crear «condiciones para obtener buenos rendimientos porque en México habrá honestidad, reglas claras, crecimiento económico y habrá confianza».
La ceremonia se llevó a cabo en el Palacio Legislativo de San Lázaro, cerca del centro histórico, ante gobernantes extranjeros, gobernadores, alcaldes, magistrados de la Suprema Corte y diputados y senadores, en medio de fuertes medidas de seguridad. López Orador reconoció el «trato respetuoso» que le ha brindado el presidente de Estados Unidos Donald Trump, al agradecer la asistencia de su hija Ivanka y de su yerno Jared Kushner, así como del vicepresidente Mike Pence.
El nuevo gobernante mencionó por su nombre a cada uno de los gobernantes invitados a su asunción, entre ellos el rey de España Felipe IV, así como los mandatarios de Colombia Iván Duque, Cuba Miguel Díaz-Canel, Ecuador Lenin Moreno y casi todos los de América Central, excepto el nicaraguense Daniel Ortega, que canceló de último momento.
El presidente de Venezuela estuvo ausente del recinto parlamentario, donde fue objeto de muestras de rechazo, incluida una pancarta que decía «Nicolás Maduro, no eres bienvenido», colocada por legisladores de oposición.
Cuando López Obrador agradeció con su nombre a cada uno de sus invitados extranjeros, al mencionar a Maduro, que argumentó que su avión había llegado con retraso a la ciudad de México, legisladores de la oposición le gritaron «dictador». Antes de la juramentación del nuevo mandatario, el senador panista Mauricio Kuri expresó que «México no se convertirá en la próxima Venezuela porque no hay cabida para un gobierno autoritario que busque suprimir libertades».
Dentro del bloque socialista de gobernantes de América Latina, tampoco llegó el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, pero sí el de Bolivia, Evo Morales. Después de la ceremonia en el Congreso, estaba previsto que se dirigiera al Palacio Nacional, donde ofrecería un almuerzo a sus invitados extranjeros, seguido de una verbena popular en el Zócalo, corazón del centro histórico.
A las 17:00 locales (23:00 GMT), López Obrador tenía previsto pronunciar otro mensaje ante miles de seguidores reunidos en esta histórica plaza.