«Fue una negociación difícil, pero ahora tenemos un primer avance», sostuvo esta mañana el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en conferencia de prensa.
Por su parte, la premier británica, Theresa May, admitió que «no fue fácil para ninguna de las dos partes».
«Trabajamos duro», subrayó. De hecho, fue necesario un viaje relámpago a Bruselas de May, pero Londres y la Comisión Europea firmaron esta mañana un texto que la Unión Europea considera un «progreso suficiente» para comenzar a discutir sobre las futuras relaciones.
Aun si ahora inicia lo más difícil, admiten desde la capital europea. Si para negociar un texto de 15 páginas se necesitaron nueve meses, cerrar el acuerdo completo para octubre de 2018, como pide el jefe negociador Michel Barnier, se presenta como una empresa complicada. En tanto, existe satisfacción por un acuerdo de máxima sobre tres cuestiones fundamentales: garantizar los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y de los británicos en la Unión Europea; establecer un método para calcular la «cuenta» del Brexit, incluso sin indicar negro sobre blanco una cifra, y evitar que entre Irlanda y el Ulster vuelva a existir una frontera física. Comparado con las posiciones iniciales, el texto representa un compromiso que permite a ambas partes tener buenos resultados. Sobre los derechos de los ciudadanos, por ejemplo, la premier británica obtuvo que los tribunales de su país tengan la jurisdicción sobre los ciudadanos europeos en el Reino Unido.
La comisión, en cambio, logró mantener un rol consultivo para la Corte de Justicia de la UE. Aun más atrevida fue la formulación para Irlanda del Norte, sobre la cual el acuerdo se había estancado el lunes. El texto, en ausencia de otras resoluciones, prevé que Belfast permanezca alineada con el mercado único. Este punto no es digerido por los norirlandeses del Partido Unionista Democrático (DUP), que apoyan al gobierno de May.
Para desactivar a la oposición, fue incluida una cláusula por la cual Londres no introducirá «ninguna nueva barrera regulatoria» entre Irlanda del Norte y el Reino Unido. Todavía queda por ver si esto significará una permanencia de toda Gran Bretaña en el mercado único, como piden a viva voz los escoceses. Haciendo un balance, May puede vanagloriarse, tras las últimas dificultades, de «un éxito personal», la elogió el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk.
Aplacó a los irlandeses; se ganó el aplauso de los más fervientes defensores del «Brexit extremo» como el ministro Boris Johnson; el acuerdo fue bien recibido por los mercados, con la libra esterlina en sus máximos sobre el euro los últimos seis meses y las bolsas de valores en alza. El único desilusionado parece ser el mayor defensor de la salida de Gran Bretaña de la UE, Nigel Farage.
Desde el exterior, llegó un «juicio positivo» por parte del premier italiano, Paolo Gentiloni. Ahora la atención está puesta en los días 14 y 15 de diciembre, cuando el Consejo Europeo sancionará el pasaje a la «fase dos». Con la bendición de la Eurocámara, que aprobará una resolución de apoyo en la víspera.
El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, sostuvo que el acuerdo «es una buena base para la redacción del futuro tratado». El borrador con las líneas guía para proseguir con las negociaciones está listo y fue puesto a punto por el equipo de Tusk. Al menos hasta febrero o marzo próximos, los coloquios servirán sobre todo para definir el período transitorio solicitado por Londres para el período inmediato posterior al Brexit. May quiere dos años, aunque el texto no especifica un período determinado. Luego se discutirá el «marco» de las relaciones futuras.
Pero el verdadero acuerdo comercial, así como los otros tratados que caerán con la salida de la UE, podrá ser negociado solo a partir del 29 de marzo de 2019, cuando el Reino Unido será para Bruselas un «tercer Estado». (ANSA).