El petróleo y Europa, dos factores clave en la crisis mundial

En un cuadro de alta volatilidad política, financiera y económica internacional, los pronósticos de corto plazo de los centros de elaboración del poder mundial están mostrando sus límites.

Durante la pasada primavera boreal, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la OCDE y otros organismos similares centraban su preocupación en la alta probabilidad de una subida del precio del petróleo debido al estado de disolución de los Estados en Medio Oriente.

Bajo el impacto del empuje de Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, que obligó a una mayor intervención de Washington en el conflicto regional, en los primeros días de octubre continuaban los vaticinios de un posible incremento del precio del crudo.

En realidad, ha ocurrido todo lo contrario. Y no por casualidad, sino por una concatenación de factores entre los que destaca ampliamente el papel de la debilidad de la demanda mundial, esto es, la profundidad de la crisis mundial iniciada en 2007.

Ciertamente, la inesperada subida de la producción de la devastada Libia (alrededor de un 40% desde agosto a septiembre), junto con la decisión de Arabia Saudita de aumentar la propia para poner límites al papel de los productores estadounidenses de «shale», han jugado un papel de primer orden.

Igualmente, las crisis en Ucrania, que involucra a Rusia, uno de los grandes exportadores, así como en Medio Oriente, Libia y también Nigeria, otro gran productor, han impactado decisivamente en el mercado.

Han sido justamente estos elementos los que han venido pesando fuertemente en los pronósticos de los expertos, que se han demostrado absolutamente erróneos, pues esos analistas subestimaron el bajo crecimiento económico y la tendencia deflacionaria en Europa, Estados Unidos y Japón.

Ahora, bajo el influjo de notable caída que ha experimentado el precio del crudo, los mercados y expertos financieros comienzan a destacar el efecto beneficioso que tendrá esta baja del petróleo, siempre que sea duradera, sobre la economía mundial tomada de conjunto.

El problema es que nadie se atreve, al menos de momento, a formular un pronóstico firme sobre lo que pueda ocurrir con el precio del crudo en el mediano plazo, habida cuenta de la extremada inestabilidad y de los bruscos virajes que experimentan la política y la economía mundiales en el actual período.

En el caso de que la actual tendencia bajista del valor del petróleo se mantenga o profundice, resulta cierto que la mayor parte de los países podrán beneficiarse de este trasvasamiento de riqueza desde los Estados y las empresas productoras hacia el resto del planeta.

Ahora, la expectativa radica en que ese flujo de cientos de miles de millones de dólares al bolsillo de los consumidores puedan empujar la demanda mundial hacia arriba y, por esta vía, incidir sobre la producción, generando un cierto aumento del PIB global.

Pero la relativa buena noticia que constituye esta caída del precio del crudo, ya que los beneficios que traerá para unos serán pérdidas para otros, está mediatizada por crítica situación de las economías de Europa y, en menor medida, de Japón.

Y es que el Viejo Continente cuyo mercado común supone el 25% del PIB mundial está en vísperas de una nueva recesión, en la medida en que no se imponga un cambio radical de las políticas de austeridad a las que Alemania obliga al resto de sus socios de la Eurozona y de la Unión Europea (UE).

Tras el retroceso del PIB de Alemania en el segundo trimestre y la casi segura repetición de un resultado negativo en el tercero, además de la baja de exportaciones y pedidos industriales, crece el descontento en el resto de los países hacia la tozuda posición de Berlín.

La canciller Angela Merkel insiste en que los países endeudados deben proseguir con los recortes del gasto público y las reformas estructurales del mercado del empleo, al tiempo que se niega a dar luz verde a un paquete de «estímulos monetarios» al estilo de EEUU, como propugna el titular del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.

Por este camino, cada vez más resistido por Francia, Italia, Draghi y hasta España, aunque de manera velada, Europa se encamina, de acuerdo con los analistas, a una segura tercera recesión, que sería la tercera desde 2008.

El problema ahora es que este caída del PIB vendrá acompañada de una casi segura deflación, una amenaza que despierta en muchos el fantasma de la Gran Depresión de los años `30, que desembocó menos de una década después en la Segunda Guerra Mundial.

Quienes llaman la atención sobre el peligro deflacionario y sus temibles consecuencias políticas no son ya sólo analistas privados o individuales, sino también un número crecientes de miembros del establishment.

El descontento popular es cada vez mayor, como se expresó en las elecciones europeas de mayo pasado donde la extrema derecha registró un gran avance, colocando al Frente Nacional (FN) francés como un serio candidato al poder en el país que constituye, junto con Alemania, el eje estructurador de UE y de la Eurozona.

Para Europa, la caída de la factura petrolera, que se eleva a unos 400 millones de dólares, no sería, increíblemente, una buena noticia, ya que empujará a la baja el índice de precios, cuando lo que se busca es, por el contrario, elevarlo para escapar a una entrada en deflación.
Fuente: Agencia Télam

What do you think of this post?
  • Awesome (0)
  • Interesting (0)
  • Useful (0)
  • Boring (0)
  • Sucks (0)

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto:
Ir a la barra de herramientas