Argentina y los Buitres: Es la Soberanía, estúpido

Lejos quedaron las épocas en que Alexis Tsipras, primer ministro griego, visitaba la Argentina en busca de conocer como un país del G20 había osado desconocer las observaciones del FMI y enfrentar a los fondos financieros globales y seguir viviendo para contarlo.

«El modelo argentino» sonaba similar al islandes, países que al igual que Grecia habían caído en la bancarrota y el deffault y habían resurgido con modelos económicos diferentes. Islandia, además había ido más lejos encarcelando a los banqueros causantes de su crisis.

Aparecía entonces una opción para las naciones que se habían ido a pique por culpa de gobiernos neoliberales de corte extremadamente ortodoxo que solo entendían la conjugación de los verbos ajustar y endeudar. España, Portugal, Italia y hasta Francia amagaban con seguir ese rumbo y con ellos crecía el riesgo de un final para la Comunidad Económica Europea, el Euro y organismos de crédito internacionales como el FMI o el Banco Mundial.

Esa visión de naciones emergentes que se negaban a doblar la cerviz ante los grandes casinos de finanzas internacionales (más conocidas como Bolsas de Valores) tuvo su ápice con las manifestaciones contra el gobierno español en las plazas de Madrid, conocida como los «Indignados». Mientras tanto Argentina lucía casi con orgullo su negativa a pagarle a personajes como Paul Singer, quien compró bonos de deuda nacionales a 48 millones de dólares y hoy está por cobrar cifras de miles de millones de dólares.

La entente contra los usureros internacionales duró hasta que la crisis internacional, de difícil diagnóstico, llenó las calles de preocupación por una inflación galopante y la falta de soluciones (y la corrupción) del gobierno argentino para contener el precio del dolar, en caída en todo el mundo pero seguro de reservas para la siempre nerviosa city financiera de Buenos Aires hicieron emerger la opción conservadora. Mientras tanto, Tsipras abdicaba de su intento de rebelión ante la todopoderosa economía alemana y aceptaba pagar todo lo adeudado por su nación.

En Argentina, mientras tanto, un nuevo gobierno de cariz neoliberal se estrenó en el poder aprovechando las desavenencias del oficialismo y el descontento de la gente tras doce años de modelo kirchnerista.

Hoy ya tiene media sanción el pago a los llamados «Holdouts», más conocidos como fondos buitres, lo que implica más de once mil millones de dólares que saldrán de las arcas argentinas dejando a estas casi sin fondos y obligando al país a salir a pedir, nuevamente, dinero prestado como una necesidad «urgente» (¿otra oportunidad de negocios para Paul Singer?).

Da la casualidad que en la misma ventanilla donde hoy Argentina deberá arrodillarse y ofrendar las joyas de su corona para calmar la sed de los acreedores, estarán quienes le prestarán dinero para seguir haciendo pingües ganancias en un país que muchos de ellos no saben ni ubicar en el mapa. Es un altísimo precio que paga la nación sudamericana para volver a «insertarse en el mundo» como pregona el nuevo gobierno.

¿Exste la patria?
En estos tiempos de economías transnacionales que manejan todos los hilos del mundo, cabe preguntarse si la patria como concepto sigue existiendo. Patria viene del latín, pater-patris: el padre. Es el hombre que enfrentaba a los bárbaros del norte que vienen a atacar la patria, quitarle sus tierras y vender a sus hijos y mujeres como esclavos.

Más allá de las diferencias de época y tiempo, el concepto en sí, no ha pasado de moda. Quizás dentro de unos años la historia, siempre cíclica, se encargue de recordarle ese concepto a las clases medias argentinas. Quizás en ese momento, no sea tarde.

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